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Ya nada era igual.
Sentí la muerte dentro mío.
Un vacío enorme, un sin sentido.
La juventud y la alegría,….
se desplomaron en mudo
derrumbe.
Entonces el sentimiento hacia
mis amigos, mi fe, mis afectos…..
quedaron guardados
muy dentro mío,
en el exilio de mi destierro mental
me impuse el silencio y mi ausencia.
Se agudizó mi conciencia de la realidad
de una sociedad indiferente.
¿Dónde están mis pares de la vida?
Y conocí el miedo, a veces el pánico.
Todo ha cambiado.
Ni lo estático del conformismo,
me detenga.
Ni lo gélido del individualismo
me destruya.
Ni la miseria de la competencia,
me atrape.
Ni el miedo impreso en mi retina,
me inmovilice.
Ni la rabia me consuma.
Se levanta ante mí un desierto interminable,
con un sol que quema mis entrañas
y me invita al abandono.
Espero la noche con su magia,
sus estrellas brillantes y su luna gigante.
Me emociono, mis lágrimas transforman mi paisaje
en una lluvia tenue que lava mis heridas.
Regreso al punto de partida, a lo más profundo de mí ser
a buscarme.
Para reconstruir mis espacios interiores, con lo que hay,
para darme valor.
Acompañada de la humanidad.
Entonces,… voy ha seguir haciendo el camino
de la vida de a poco en cada instante,
con mis luces y mis sombras, fortalecida;
agradeciendo a los que me aman,
a veces aislándome, escondida de mi misma…
Como tantos otros,
Heridos en el alma para siempre….

(*) CRISTINA CASTELLVI – Sobreviviente Terrorismo de Estado –

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